Abstract

Desde la infancia, nuestro acervo cultural está compuesto por la lectura de infinidad de traducciones. Somos capaces de ponerle rostro a Descartes, a Shakespeare, a Zola, a Joycełdots pero nada sabemos de quienes vertieron sus obras al español para que pudiéramos leerlas como si de autores españoles se tratara.

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