@nereaev

TRAÎTRES ET BELLES INFIDÈLES: EL PROCESO CREATIVO EN LA TRADUCCIÓN LITERARIA

. Universidad Pompeu Fabra, Publication, (2014)

Abstract

«Traduttore, traditore», así reza el famoso proverbio italiano que echa por tierra cualquier esfuerzo del traductor en el momento de enfrentarse al texto. Traducir es traicionar. Nunca, bajo ningún concepto, en circunstancia alguna, podrá el traductor cumplir su promesa de fidelidad a la obra original. A pesar de que el mensaje denotativo consiga alcanzar indemne la lengua de llegada, muchos otros elementos se pierden en el largo y complejo camino que lleva del emisor original al receptor final. Connotaciones, matices, referencias culturales, guiños idiomáticos, juegos de palabras, registros y rasgos lingüísticos quedan irremisiblemente perdidos en el limitado proceso de sustituir una palabra por su equivalente en lengua extranjera. ¿O no? Un momento, acaso puedan ser recuperados en detalladas explicaciones a pie de página aunque para ello tengamos que multiplicar por seis la extensión del texto. Esta fue la opción por la que se decantó el famoso autor de Lolita a la hora de enfrentarse a la elegancia y las sutilezas de Aleksandr Pushkin en Eugenio Oneguin, aquella particular novela rusa escrita en tetrámetros yámbicos. ¿El resultado? Una avalancha de críticas, algunas alabando la labor filológica del traductor y otras muchas acusándolo de asesinar a sangre fría el refinado estilo y la musicalidad del escritor decimonónico. A favor de Vladimir Nabokov podemos decir que aquella era precisamente su intención: conservar y explicitar los rasgos lingüísticos de la obra a costa de sacrificar cualquier percepción literaria que pudiera tenerse de ella1 . Toda la información percibida por el lector en lengua rusa estaba ahí, expuesta por escrito, para el lector americano. Sin embargo, la traición traductológica no desapareció, ni mucho menos. La obra que había sido escrita con la finalidad de deleitar estéticamente al lector se había convertido en un galimatías de difícil comprensión para filólogos y lingüistas. Aunque las peripecias de Vladimir Nabokov a este respecto son una mera anécdota, sirven para ilustrar de manera gráfica la encrucijada del traductor frente al texto y las consecuencias derivadas de sus decisiones. A día de hoy podemos afirmar que su cometido, al menos en el ámbito literario, no se limita a la actividad filológica. Su labor no consiste en encontrar el equivalente que sustituya a una palabra ni en explicar las sutilezas que el autor dejó entre líneas, sino en re-producir su obra por medio de la re-creación de una obra equivalente a través de un medio que el autor original no pudo utilizar.

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